Consideremos, por ejemplo, un pollo que se está asando en un horno cuyo termostato se ha regulado a 200ºC. En poco tiempo, todo el interior del horno se encuentra a 200ºC. Pero la persona que lo abre no tiene miedo de meter la mano en el «aire» del horno, ¡un aire que sin embargo se encuentra a la temperatura de 200ºC! En cambio prefiere no tocar el pollo, que también está a 200ºC; y sobre todo tiene cuidado de no tocar la fuente – también a 200ºC.- en la que se encuentra el pollo.
Todo el mundo sabe por instinto (¡y sobre todo por experiencia!) que materiales distintos a la «misma» temperatura tienen una capacidad de quemar y de transferir el calor DIFERENTES.
El pollo le quemará más despacio que la bandeja metálica en la que lo ha colocado…